(20 de Enero de 1839)
En el contexto de la Guerra contra la Confederación Peruano – Boliviana y de la Segunda Expedición Restauradora del Perú, había tenido lugar el combate naval de Casma, que fue coronado con la victoria chilena, lo cual, sumado a los resultados de la acción del Puente de Buin, hizo que Andrés de Santa Cruz y sus jefes militares buscaran en el campo de Yungay una posición de seguridad y de observación, mientras cortaban todo tipo de suministros a las fuerzas restauradoras, de forma que éstas tuvieran una retirada lastimosa, u optaran por capitular.
Por su parte, el Ejército Restaurador se hallaba estacionado en el campamento de San Miguel, cerca del pueblo de Yungay, en el valle del río Santa. Las condiciones materiales de la tropa eran muy penosas y se estaba en la estación más lluviosa del año.
El día 19 de enero de 1839, los jefes militares del Ejército Restaurador dieron las órdenes para que los jefes de los cuerpos alistaran a sus tropas para marchar, partiendo a la tres de la madrugada del día siguiente, para presentar batalla al Ejército Protectoral. En cuanto a este último, se hallaba desplegado en el cerrillo Pan de Azúcar (ubicado en las cercanías de Yungay) y también en el otro lado del río Ancash, donde dos divisiones se hallaban apostadas detrás de un parapeto de piedras y barro, y detrás de la cuales se hallaban tres piezas de artillería y dos cuerpos de caballería; en total, se trataba de unos seis mil efectivos. Por su parte, el Ejército Restaurador constaba de poco más de cinco mil hombres, entre los cuales figuraba un contingente peruano de cerca de ochocientos efectivos.
Cuando esta última fuerza militar apareció en el teatro de combate, el general Manuel Bulnes observó que el primer paso para empeñar la batalla era atacar y tomar el cerro Pan de Azúcar. Dispuso que las compañías de cazadores de los batallones Carampangue, Santiago y Valparaíso, más la sexta compañía del batallón Cazadores del Perú, procedieran al asalto de dicho cerro: el ascenso de sus laderas fue muy dificultoso y los soldados llegaron muy diezmados hasta su cima; sin embargo, una vez arriba, aquellos asaltaron las trincheras y aniquilaron las cinco compañías que estaban apostadas en ellas.
El general Bulnes estimó que había llegado el momento de empeñar la batalla general y ordenó que los batallones Colchagua y Valdivia atacaran la derecha del enemigo, mientras que el Portales debía dirigirse hacia el centro de las trincheras en las que aquél se defendía; a continuación, entraron en acción el batallón Cazadores del Perú y la mitad del Huaylas. Como reserva quedaron la caballería chilena y el batallón Santiago; por su parte, la artillería chilena fue convenientemente ubicada y dirigida por su comandante, Marcos Maturana. También Bulnes optó por flanquear la izquierda de las tropas protectorales y hacia allí dirigió los batallones Carampangue, Santiago y la otra mitad del Huaylas. Pronto el fuego se hizo general en toda la línea de combate.
El Jefe de Estado Mayor General del Ejército Restaurador, José María de la Cruz ordenó que algunos cuerpos de caballería entraran en acción, la cual fue comandada por el coronel Fernando Baquedano, quien se lanzó contra la infantería enemiga con el primer escuadrón del regimiento Cazadores a Caballo; sin embargo, esta primera carga fue fallida, pero los jinetes se reordenaron y dicho coronel volvió a avanzar con el mismo escuadrón, más el cuerpo de Lanceros, logrando pone en fuga a los Lanceros de Bolivia; vino un segundo repliegue de parte de los chilenos, seguido de una tercera acometida, arremetiendo nuevamente el coronel Baquedano con casi toda la caballería chilena y logrando desalojar a su homóloga boliviana de sus posiciones. Por su parte, la infantería chilena logró flanquear la izquierda del enemigo y junto con el escuadrón de Granaderos a Caballos rompió las filas enemigas. La persecución que vino a continuación fue muy violenta, quedando el campo de combate sembrado de cadáveres.
El Ejército Protectoral tuvo más de mil cuatrocientos soldados muertos, mientras que el Ejército Restaurador perdió doscientos quince individuos de tropa, a los cuales se sumaron cuatrocientos siete heridos.
La acción de guerra duró cerca de seis horas. Los generales Manuel Bulnes y Agustín Gamarra dispusieron la atención médica de los heridos de ambos ejércitos.
Hacia el 18 de febrero el Ejército Restaurador se posesionó de la provincia de Jauja, y se repartió entre la ciudad del mismo nombre y Huancayo, estableciéndose en las posiciones militares más importantes, desde las cuales el general Bulnes comenzó a observar los acontecimientos políticos y militares que se iban sucediendo. (1)